jueves, 24 de enero de 2013

Resumen-El tiempo de las tribus

EL TIEMPO DE LAS TRIBUS
MICHEL MAFFESOLI







CAPITULO 2: LA POTENCIA SUBTERRANEA
1.       Aspectos del vitalismo
Todo lo que tiene que ver con la empatía remite a la intuición en lo que se relaciona con las representaciones, y a lo orgánico en lo que es del orden de la estructuración. Incluso todavía a partir de la idea del Kunstwollen, este autor hace referencia al pueblo, a la fuerza colectiva que lo anima; en definitiva, a ese vitalismo que merece una atención particular.
El autor habla de un "periodo óptico", que se podría llamar también -haciendo referencia a su etimología- periodo teórico (theorein: ver), estemos entrando en una época "táctil", en donde sólo importa la proxémica (describe las distancias medibles entre la gente mientras estas interaccionan entre sí.). En términos más sociológicos, se puede decir que nos encontramos aquí con un deslizamiento de lo global hacia lo local.
Se trata aquí de la tradición mística o gnóstica, que se opone a la rama crítica o racionalista; pero se trata de la gnosis antigua a la de Princeton, pasando por la mística de Böhme y de Loisy, del desenfreno de los sentidos y de las costumbres a las medicinas suaves y a las exploraciones astrológicas contemporáneas; existe un hilo conductor que se perpetúa: el de la potencia. Si bien es que podríamos llamar "dionisiana" la actitud espiritual mientras que la perspectiva más sensual remitiría a lo "dionisíaco", las dos actitudes, no obstante, se cimentarían sobre la primacía de la experiencia sobre un vitalismo profundo y sobre una visión más o menos explícita de la organicidad de los diversos elementos del cosmos.
El poder se  trata de una fuerza bastante difícil de explicar. Ya que en realidad la crisis se muestra por medio de los poderes en aquello que tienen de imposición vertical, de abstracto. Es esta oposición entre el poder extrínseco y la potencia intrínseca lo que tenemos que meditar con rigor, y que es la traducción sociológica de la dicotomía estética (óptica-táctil).
Reflexionando sobre el intervalo, G. Dorflès, que se inspira en numerosos esteticistas, declara que no existe arquitectura "sin espacio interior". Por otra parte, amplía el debate al mostrar que esta espacialidad interior posee un importante arraigo antropológico (gruta, nicho, abrigo) o psicológico (seno materno, útero, aparato digestivo). La reflexión sobre el "laberinto", que ha sido particularmente bien ilustrada por los surrealistas y los situacionistas, y también el "hueco" del que habla G. Durand, todo ello destaca el hecho de que se necesita "el interior" para que cualquier construcción exista.
La necesidad de una centralidad subterránea, el que los arquitectos o los urbanistas contemporáneos hayan redescubierto la necesidad del espacio perdido, del ágora, del paso subterráneo, de los patios, etcétera, no es sino la transcripción constructivista de esta imperiosa necesidad de "lo hueco". Ya lo he sugerido: antes de volverse el mundo que conocemos, la palabra mundus significaba el "agujero" al que se arrojaban las víctimas sacrificadas a los dioses, los niños rechazados por sus padres y los desperdicios; en suma, todas las cosas que dan sentido a la ciudad.
El "vitalismo", que nunca dejará de asombrarnos y que, en todo caso, es la condición de posibilidad para comprender la potencia de la vida sin calidad no puede comprenderse más que abandonando la actitud enjuiciadora (o normativa), que es en general la que caracteriza al detentador del saber y del poder. Sólo la imperfección es signo de vida, mientras que la perfección es sinónimo de muerte.

  
2.       Lo divino social
Durkheim designaba esa fuerza agregativa que se halla en la base de todo tipo de sociedad o asociación. Se la podría denominar también con el término de "religión", empleando este término para designar lo que nos une a una comunidad; se trata menos de un contenido, que es del orden de la fe, que del que condene, es decir, de algo que es matriz común o que sirve de soporte al "estar-juntos".
Como se sabe, a Durkheim le preocupó constantemente el lazo religioso. "Cómo se sostiene una sociedad que nada trasciende pero que transciende a todos sus miembros": esta bella fórmula de Poulat resume a la perfección la temática de la trascendencia inmanente.
Lo "divino social" posee en menor grado una función de adaptación, de conservación en cierto modo, por lo que lo redescubrimos en mayor grado en las explosiones de rebeldía.
En efecto, y es aquí donde la socioantropología puede tener una dimensión prospectiva, por no decir profética: es posible que la estructuración social en una multiplicidad de pequeños grupos que se acoplan unos con otros permita eludir, o al menos relativizar, las instancias de poder.
Hablar de potencia, de soberanía, de divinidad a propósito del pueblo equivale a reconocer, tomando de nuevo una expresión de Durkheim, "que el derecho proviene de las costumbres, es decir, de la vida misma" o también que "las costumbres originan la verdadera constitución de los Estados". Esta prioridad vitalista según la pluma de este conocido positivista merece ser recalcada; fue ciertamente dicha reflexión la que le permitió destacar la importancia del lazo religioso en la estructuración social.
Se trata, obviamente, de una idea general que exige ser actualizada, pero reconocer que la íntima relación entre el vitalismo (naturalismo) y lo religioso impulsa a los pueblos y les garantiza perennidad y potencia, contiene fuertes consecuencias en un momento en el que la comunicación, el ocio, el arte y la vida cotidiana de las masas imponen una nueva configuración social.

3.       El ensimismamiento popular
El ensimismamiento es cuando el orden de la reversibilidad ya no existe (y el análisis de esta  terminación no puede, obviamente, reducirse a consideraciones moralistas) cuando vemos desarrollarse actitudes de repliegue. La risa y la ironía son explosión de vida, incluso y sobre todo cuando ésta se encuentra explotada y dominada. La burla pone de manifiesto que incluso en las condiciones más difíciles uno puede, en contra o junto a aquellos que son responsables de tales condiciones, apropiarse de su existencia, e intentar de manera relativa, gozar de ella.





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